Campaña del Desierto: Defensa de la Soberanía Argentina y Legado de Roca – Historia y Verdad.

La Campaña del Desierto, un hito fundacional de la Argentina moderna, se encuentra perpetuamente en el ojo de la tormenta. Cada 16 de abril, la conmemoración de su inicio se ve empañada por un debate polarizado, donde el revisionismo histórico intenta reescribir el pasado a la luz de sensibilidades contemporáneas. Este artículo busca ofrecer una perspectiva crítica y contextualizada de la Campaña, defendiendo su necesidad histórica sin ignorar sus complejidades, y confrontando las narrativas reduccionistas que la tildan de genocidio. Analizaremos los factores que la hicieron posible, sus consecuencias a largo plazo y la importancia de comprenderla en su contexto original, lejos de anacronismos y juicios de valor simplistas.

El Contexto Previo a la Campaña: Anarquía y Vulnerabilidad Territorial

Antes de 1879, el territorio argentino estaba lejos de ser unificado y controlado por el Estado central. Amplias extensiones, especialmente la Patagonia y el Gran Chaco, se encontraban bajo el dominio efectivo de diversas tribus indígenas, que ejercían su soberanía a través de incursiones militares conocidas como “malones”. Estos ataques, dirigidos principalmente a las poblaciones criollas y mestizas asentadas en la frontera, eran una constante fuente de inseguridad, muerte y destrucción. Las estancias eran saqueadas, el ganado robado, y las mujeres y niños capturados para ser utilizados como esclavos o incorporados a las tribus. La ley del más fuerte prevalecía, y el gobierno central carecía de la capacidad efectiva para proteger a sus ciudadanos en esas regiones.

La situación económica también era precaria. La falta de seguridad en la frontera obstaculizaba el desarrollo de la agricultura y la ganadería, limitando la expansión de la frontera agrícola y el aprovechamiento de los recursos naturales. La inversión extranjera era reacia a establecerse en zonas consideradas peligrosas, lo que frenaba el crecimiento económico del país. Además, la ausencia de un control territorial efectivo dificultaba la recaudación de impuestos y la aplicación de las leyes, debilitando la capacidad del Estado para financiar sus propias operaciones.

La Confederación Argentina, y posteriormente la República Argentina, se enfrentaba a una situación límite. La necesidad de consolidar su soberanía, proteger a sus ciudadanos y promover el desarrollo económico exigía una acción decisiva. La Campaña del Desierto no fue una decisión arbitraria, sino una respuesta estratégica a un problema real y urgente. Era una cuestión de supervivencia nacional.

Julio Argentino Roca y la Estrategia Militar

Julio Argentino Roca, como Ministro del Interior y luego como Presidente de la Nación, fue el principal impulsor de la Campaña del Desierto. Su estrategia se basó en una combinación de factores: la organización de un ejército profesional y bien equipado, la construcción de una red de fortines y fuertes a lo largo de la frontera, y la utilización de tácticas militares innovadoras. Roca comprendió que la simple represión de los malones no era suficiente para solucionar el problema de fondo. Era necesario penetrar en el territorio indígena, destruir sus bases de poder y someterlos a la autoridad del Estado.

La campaña se desarrolló en dos fases principales. La primera, a cargo del General Eduardo Cañas, se centró en la Patagonia, entre 1878 y 1879. Esta fase tuvo como objetivo principal someter a las tribus ranqueles, quienes eran considerados los más peligrosos y organizados de la región. La segunda fase, dirigida por el propio Roca, se extendió por el Gran Chaco, entre 1879 y 1880. En esta fase, se enfrentaron a las tribus chaqueñas, como los qom, los pilagá y los wichí.

La estrategia de Roca no se limitó a la acción militar. También incluyó la construcción de ferrocarriles, la promoción de la inmigración europea y la distribución de tierras a los colonos. Estos elementos fueron fundamentales para consolidar la presencia del Estado en el territorio conquistado y para fomentar el desarrollo económico de la región. La construcción del ferrocarril, en particular, permitió el transporte de tropas y suministros, facilitando la logística de la campaña y la comunicación entre las diferentes regiones del país.

La Campaña del Desierto: ¿Genocidio o Incorporación Territorial?

La acusación de genocidio contra la Campaña del Desierto es una simplificación burda y una distorsión de la realidad histórica. Si bien es innegable que la campaña causó sufrimiento y muerte a muchos indígenas, no se puede equiparar a un genocidio, que implica la intención deliberada de exterminar a un grupo étnico o religioso. La Campaña del Desierto tuvo como objetivo principal la incorporación territorial y la extensión de la soberanía nacional, no la eliminación física de los pueblos indígenas.

Es cierto que durante la campaña se cometieron actos de brutalidad y violencia por parte de las tropas argentinas. Sin embargo, estos actos no fueron sistemáticos ni generalizados, y no se pueden atribuir a una política deliberada de exterminio. Además, es importante recordar que la violencia no era exclusiva de las tropas argentinas. Las tribus indígenas también ejercían violencia entre ellas y contra las poblaciones criollas y mestizas. Los malones, como se mencionó anteriormente, eran incursiones militares que causaban muerte y destrucción.

La Campaña del Desierto, en última instancia, resultó en la incorporación de vastos territorios al Estado argentino, lo que permitió la expansión de la frontera agrícola, el desarrollo económico y la consolidación de la democracia. Si bien es importante reconocer el sufrimiento causado a los pueblos indígenas, también es importante reconocer los beneficios que la campaña trajo consigo para el país en su conjunto.

El Revisionismo Histórico y la Deconstrucción de la Narrativa Oficial

El revisionismo histórico, en su afán por deconstruir la narrativa oficial, ha tendido a demonizar la Campaña del Desierto y a presentarla como un acto de barbarie injustificable. Esta visión, basada en una lectura anacrónica y moralista del pasado, ignora el contexto histórico y las circunstancias que llevaron a la campaña. Los revisionistas suelen aplicar los estándares morales del presente al pasado, juzgando a los actores históricos con criterios que no eran aplicables en su época.

Además, los revisionistas suelen idealizar a los pueblos indígenas, presentándolos como víctimas inocentes y despojándolos de su propia agencia histórica. Ignoran que las tribus indígenas eran sociedades complejas, con sus propias estructuras de poder, sus propias normas y sus propios conflictos. También ignoran que muchos caciques firmaron acuerdos con el Estado argentino y que algunos pueblos originarios se integraron voluntariamente a la sociedad nacional.

El revisionismo histórico, en su obsesión por denunciar la opresión y la injusticia, ha caído en la trampa de la simplificación y la polarización. En lugar de buscar comprender la complejidad del pasado, se limita a repetir consignas vacías y a alimentar el resentimiento y la división. Esta actitud no contribuye a la construcción de una memoria histórica más justa y equilibrada.

El Legado de Roca y la Construcción de la Argentina Moderna

Julio Argentino Roca fue un estadista visionario que supo comprender los desafíos de su época y que implementó políticas audaces y transformadoras. Su legado, a pesar de las críticas y controversias, es innegable. Bajo su mando, Argentina pasó de ser un país fragmentado y vulnerable a una nación unificada, con fronteras claras, presencia estatal efectiva y potencial productivo.

La Campaña del Desierto fue un componente fundamental de la política de Roca. Sin ella, no habría sido posible la consolidación del Estado nacional ni el desarrollo económico del país. La incorporación de la Patagonia y el Gran Chaco al territorio argentino permitió la expansión de la frontera agrícola, la explotación de los recursos naturales y la construcción de una infraestructura moderna.

Roca también impulsó la inmigración europea, que contribuyó a poblar el país y a diversificar su economía. La llegada de inmigrantes europeos trajo consigo nuevas ideas, nuevas tecnologías y nuevas formas de organización social. Además, Roca promovió la educación pública y la modernización del sistema legal, sentando las bases para una sociedad más justa y equitativa.

La Necesidad de una Mirada Crítica y Contextualizada

Es fundamental abordar la historia de la Campaña del Desierto con una mirada crítica y contextualizada, evitando los dogmatismos y las simplificaciones. Es necesario reconocer el sufrimiento causado a los pueblos indígenas, pero también es necesario comprender las circunstancias que llevaron a la campaña y los beneficios que trajo consigo para el país en su conjunto.

La historia no es un relato lineal y homogéneo, sino un proceso complejo y contradictorio, lleno de matices y ambigüedades. Juzgar el pasado con la lupa moralista del presente es un ejercicio estéril y contraproducente. Es necesario comprender que los actores históricos actuaron en un contexto determinado, con sus propias limitaciones y sus propias motivaciones.

La Campaña del Desierto fue un evento traumático para los pueblos indígenas, pero también fue un evento fundacional para la Argentina moderna. Su legado, a pesar de las controversias, es innegable. Es hora de dejar de pedir disculpas por haber construido un país y de reconocer el valor de aquellos que lucharon por su independencia y su soberanía.

Fuente: https://derechadiario.com.ar/politica/campana-del-desierto-fue-acto-civilizacion-no-genocidio