DANAS en Valencia: Lecciones Aprendidas, Preparación y el Futuro ante Lluvias Torrenciales
El otoño español, tradicionalmente asociado a la belleza de sus paisajes y a la transición hacia el invierno, se ha convertido en sinónimo de vulnerabilidad ante fenómenos meteorológicos extremos. Las Depresiones Aisladas en Niveles Altos (DANAS), conocidas coloquialmente como “gotas frías”, han marcado los últimos años con episodios de lluvias torrenciales que han puesto a prueba la resiliencia de nuestras ciudades y la capacidad de anticipación de las autoridades. El impacto devastador de la DANA de Valencia en 2023, con daños que superaron los 13.000 millones de euros, ha servido como un duro recordatorio de la necesidad de aprender del pasado y prepararse para un futuro marcado por la incertidumbre climática. Este artículo explora la evolución de nuestra comprensión y preparación ante las DANAS, analizando las lecciones aprendidas de tragedias anteriores y los desafíos que aún persisten.
La Memoria de las Inundaciones: Valencia, 1957 y 1982
La historia de las inundaciones en Valencia es un relato de dolor y aprendizaje. En octubre de 1957, la ciudad se vio sumida en una catástrofe sin precedentes. Lluvias torrenciales, con acumulaciones superiores a los 494,4 litros por metro cuadrado en 24 horas, desbordaron el río Turia, inundando gran parte de la ciudad y dejando una estela de 81 muertos. El agua y el lodo alcanzaron alturas de hasta cinco metros en algunos puntos, devastando hogares y negocios. La respuesta a esta tragedia fue ambiciosa: el Plan Sur, un proyecto de ingeniería que consistió en la construcción de un nuevo cauce artificial de 12 kilómetros para el río Turia, con el objetivo de desviar las aguas y proteger el casco urbano. Esta intervención, aunque controvertida, representó un primer intento de mitigar el riesgo de inundaciones.
Casi tres décadas después, en octubre de 1982, una nueva catástrofe golpeó la región: la Pantanada de Tous. La rotura de la presa de Tous y el desbordamiento del río Júcar causaron la muerte de decenas de personas en Valencia, Alicante y Murcia. Este evento, conocido como “la riada del 82”, no solo provocó pérdidas humanas y materiales, sino que también impulsó una revolución tecnológica en el Instituto Nacional de Meteorología (INM), el actual AEMET. La necesidad de mejorar la capacidad de predicción y vigilancia del tiempo se convirtió en una prioridad, lo que condujo a importantes avances en la forma de analizar, diagnosticar y predecir los fenómenos meteorológicos.
El Avance Tecnológico y la Cultura del Riesgo: Lecciones de las DANAS Pasadas
La Pantanada de Tous fue un punto de inflexión en la meteorología española. La inversión en tecnología y la formación de personal especializado permitieron desarrollar sistemas de alerta temprana más eficaces, como el PREVIMET Mediterráneo, orientado a la Protección Civil y a la sociedad en general. Estos sistemas, basados en modelos numéricos de predicción y en la observación continua de la atmósfera, permitieron reducir significativamente el tiempo de reacción ante situaciones de riesgo. Sin embargo, la experiencia demostró que la tecnología por sí sola no es suficiente. La cultura del riesgo, es decir, la conciencia y la preparación de la población ante posibles desastres, es un factor clave para minimizar los impactos de las DANAS.
La DANA de Valencia de 2023 puso de manifiesto la importancia de comunicar la información de forma rápida y cercana a la sociedad. La incertidumbre inherente a la predicción de estos fenómenos, combinada con la complejidad de los mensajes técnicos, puede generar confusión y desconfianza en la población. Es fundamental que las autoridades y los medios de comunicación transmitan la información de forma clara, concisa y comprensible, evitando el alarmismo y enfatizando las medidas de autoprotección que deben tomar los ciudadanos. Además, es necesario fomentar la participación ciudadana en la planificación de la gestión del riesgo, involucrando a las comunidades locales en la identificación de las vulnerabilidades y en el diseño de las estrategias de prevención.
La DANA de Valencia de 2023: Un Nuevo Desafío
La DANA que azotó la Comunidad Valenciana en septiembre de 2023 fue un evento excepcional en términos de intensidad y extensión. Las lluvias torrenciales, que superaron los 200 litros por metro cuadrado en algunas zonas, provocaron inundaciones generalizadas, cortes de suministro eléctrico y daños en infraestructuras clave. El impacto económico fue devastador, con pérdidas que superaron los 13.000 millones de euros. Esta tragedia puso de manifiesto que, a pesar de los avances tecnológicos y de la experiencia acumulada, aún existen importantes desafíos en la gestión del riesgo de inundaciones.
Uno de los principales desafíos es la mejora de la capacidad de predicción de las DANAS. Aunque los modelos numéricos de predicción han avanzado significativamente en las últimas décadas, todavía es difícil predecir con precisión la trayectoria y la intensidad de estos fenómenos. La complejidad de la atmósfera y la interacción de múltiples factores meteorológicos hacen que la predicción a corto plazo sea especialmente complicada. Además, el cambio climático está alterando los patrones meteorológicos, lo que dificulta aún más la predicción de las DANAS. El calentamiento del Mediterráneo y el aumento de la temperatura del aire y del agua están creando condiciones más favorables para la formación de estos fenómenos, lo que podría aumentar su frecuencia e intensidad en el futuro.
Más Allá de la Predicción: Adaptación y Ordenación del Territorio
La adaptación al cambio climático y la ordenación del territorio son dos elementos clave para reducir el riesgo de inundaciones. La adaptación implica tomar medidas para minimizar los impactos de los fenómenos meteorológicos extremos, como la construcción de infraestructuras de protección, la mejora de los sistemas de drenaje y la promoción de prácticas agrícolas sostenibles. La ordenación del territorio implica planificar el uso del suelo de forma que se eviten las zonas de riesgo y se protejan los ecosistemas que contribuyen a la regulación del ciclo hidrológico. Esto incluye la prohibición de construir en zonas inundables, la restauración de humedales y la creación de corredores ecológicos que permitan el flujo natural del agua.
Samuel Biener, climatólogo de Meteored, afirma que “la lluvia no mata, pero lo que hace el ser humano sobre el terreno sí”. Esta afirmación pone de manifiesto la importancia de la responsabilidad humana en la gestión del riesgo de inundaciones. La construcción de viviendas y infraestructuras en zonas de riesgo, la deforestación y la impermeabilización del suelo son factores que aumentan la vulnerabilidad de las ciudades y las poblaciones. Es fundamental que las autoridades y los ciudadanos tomen conciencia de estos riesgos y adopten medidas para mitigarlos. La planificación urbana sostenible, la gestión integrada de los recursos hídricos y la promoción de la resiliencia comunitaria son elementos esenciales para construir un futuro más seguro y sostenible.
Rubén del Campo, portavoz de AEMET, señala que los sistemas de predicción y vigilancia han avanzado notablemente, pero que la DANA de 2023 demostró que aún queda mucho por hacer. En particular, es necesario mejorar la capacidad de predecir las lluvias intensas a pequeña escala, así como de evaluar el impacto de las inundaciones en las infraestructuras y en la población. Esto requiere una mayor inversión en investigación y desarrollo, así como una mejor coordinación entre las diferentes instituciones y organismos implicados en la gestión del riesgo de inundaciones.
El Futuro de la Gestión del Riesgo: Un Enfoque Integral
La gestión del riesgo de inundaciones es un desafío complejo que requiere un enfoque integral y multidisciplinar. Este enfoque debe incluir la mejora de la capacidad de predicción, la adaptación al cambio climático, la ordenación del territorio, la cultura del riesgo y la participación ciudadana. Además, es fundamental fortalecer la cooperación entre las diferentes instituciones y organismos implicados en la gestión del riesgo, tanto a nivel nacional como internacional. La experiencia acumulada en las tragedias pasadas nos ha enseñado que la prevención es la mejor forma de proteger a las personas y a los bienes. Invertir en la gestión del riesgo de inundaciones no es solo una cuestión de seguridad, sino también de sostenibilidad y de desarrollo económico.
La DANA de Valencia de 2023 ha servido como un catalizador para impulsar la reflexión y la acción en materia de gestión del riesgo de inundaciones. Es hora de aprender de los errores del pasado y de construir un futuro más resiliente y sostenible. La lluvia seguirá cayendo, pero podemos prepararnos para afrontar sus desafíos con mayor eficacia y responsabilidad. La clave está en la combinación de la ciencia, la tecnología, la planificación y la participación ciudadana. Solo así podremos proteger a nuestras ciudades y a nuestras poblaciones de los impactos devastadores de las DANAS.




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