El Legado del Mar: Historias de Pescadores y la Pasión por la Pesca en Mar del Plata
El amanecer en el puerto de Mar del Plata es un ritual que evoca historias de hombres curtidos por el salitre, de lanchas de madera y de un oficio que se transmitía de generación en generación. Más que un lugar de trabajo, la banquina era el corazón palpitante de una comunidad de pescadores italianos que, con su instinto y experiencia, desafiaban al mar. Este artículo explora la transformación de la pesca artesanal en Argentina, el legado de aquellos “gringos” que forjaron una identidad en el puerto, y la persistencia de un espíritu indomable que aún se respira en las cubiertas del BP DON MARIO.
El Puerto y sus Hombres: Un Legado Italiano
La vieja banquina de Mar del Plata, testigo silencioso de décadas de esfuerzo y tradición, conserva la memoria de aquellos pescadores italianos que llegaron a Argentina en busca de una nueva vida. Provenientes de Sicilia, Calabria, Nápoles o Sorrento, trajeron consigo un conocimiento ancestral del mar, un olfato infalible para detectar los cardúmenes y una ética de trabajo implacable. Sus manos ásperas, marcadas por la dureza del trabajo, eran el símbolo de una vida dedicada a la pesca. El dialecto cocoliche, una mezcla inconfundible de italiano y español, resonaba en la esquina de 12 de Octubre y Edison, punto de encuentro y tertulia donde se compartían anécdotas, risas y la sabiduría acumulada a lo largo de los años.
Los motores Gardner, con su sonido característico, les habían robado parte del oído, pero llenado el alma de bravura. Eran hombres que leían el mar sin necesidad de radares ni ecosondas, que conocían sus caprichos y que sabían cuándo tenía “ánimo de pesca”. La pesca no era solo un medio de subsistencia, sino una forma de vida, un desafío constante que exigía coraje, perseverancia y un profundo respeto por el mar. Su conocimiento se transmitía de padres a hijos, de maestro a aprendiz, creando un linaje de pescadores que se convirtió en el alma del puerto.
La Transformación de la Pesca: De Artesanal a Industrial
El paso del tiempo trajo consigo la modernización de la pesca. Radares, ecosondas, computadoras y cascos de acero reemplazaron las intuiciones y las lanchas de madera. La pesca se convirtió en una industria, perdiendo el encanto y la aventura de la hazaña artesanal. La búsqueda de la eficiencia y la maximización de las ganancias relegaron a un segundo plano el conocimiento ancestral y la conexión íntima con el mar. Muchos oficios se fueron apagando lentamente, como las estrellas al amanecer, dejando un vacío en la identidad del puerto.
La burocracia y los trámites reemplazaron la simple chapa en la garita de Prefectura, símbolo de la confianza y la libertad que caracterizaban a la pesca artesanal. Los pescadores ya no se guiaban solo por su instinto y experiencia, sino que debían adaptarse a las exigencias de un sistema cada vez más complejo y regulado. Sin embargo, a pesar de los cambios, la esencia de la pesca permaneció intacta: la búsqueda incansable, el desafío, la pasión por un oficio que se transmite con la piel, en la mirada y, sobre todo, en la sangre.
Los “Profesores del Mar”: La Tutela de una Generación
A pesar de la modernización, el legado de los viejos “gringos” no se perdió. Muchos de los capitanes que hoy comandan los modernos buques del puerto se formaron bajo su tutela. Aprendieron el oficio de quienes olfateaban los cardúmenes sin instrumentos y volvían con sus lanchas a pique, desbordantes de esfuerzo y orgullo. Los maestros transmitieron su conocimiento, su experiencia y su amor por el mar a una nueva generación de pescadores, asegurando la continuidad de una tradición centenaria.
La enseñanza no se limitaba a las técnicas de pesca, sino que abarcaba también la ética del trabajo, el respeto por el mar y la importancia de la comunidad. Los viejos pescadores eran verdaderos “profesores del mar”, capaces de transmitir su sabiduría con palabras, con ejemplos y con el simple hecho de vivir su oficio con pasión y dedicación. Su influencia se extiende hasta nuestros días, moldeando la identidad de los pescadores de Mar del Plata.
El BP DON MARIO: Un Símbolo de Resistencia y Orgullo
En ese linaje de pescadores, una embarcación honra la historia: el BP DON MARIO. Su tripulación, heredera del temple costero, sigue sorprendiendo año tras año con su profesionalismo, humildad y ese algo indomable que solo tienen los que nacieron mirando al horizonte. Han hecho de la caballa su trofeo habitual, demostrando su habilidad y perseverancia en la búsqueda de esta escurridiza presa.
Pero su desafío no se limita a la caballa. Se enfrentan al pez limón, veloz y astuto, y al magrú, de carne preciada y difícil de capturar. Los viejos pescadores contaban que para pescar magrú era necesario conocer sus mañas y entender la corriente marina en el lugar justo detrás del paso de la anchoita, su principal alimento. Para los hombres del Don Mario, la pesca del magrú es más que un trabajo, es un duelo, una cuestión de honor. Repiten la hazaña cada temporada, no solo por dinero, sino por orgullo y amor propio, por ese fuego invisible que todavía arde en los puertos del alma.
La Esencia Inmutable de la Pesca: Desafío y Pasión
La tecnología ha cambiado la balanza en la lucha entre el pez y el hombre, pero la esencia de la pesca sigue siendo la misma: la búsqueda incansable, el desafío, la pasión por un oficio que se transmite con la piel, en la mirada y sobre todo en la sangre de pescador. El instinto de un verdadero cazador no se pierde, y se manifiesta en la habilidad de los hombres del Don Mario para encontrar y capturar a sus presas, incluso en las condiciones más difíciles.
Cuando la red se cierra y la cubierta vibra de alegría, alguno mira al cielo y murmura: “Va por ustedes, maestros”. Es un homenaje a aquellos pescadores italianos que forjaron una identidad en el puerto, a aquellos que transmitieron su conocimiento y su pasión a las nuevas generaciones. En la vieja banquina de Mar del Plata no hay olvido, hay memoria viva, hecha de sal, esfuerzo, mar y sangre. Un mar que, cada tanto, devuelve un lance en el límite de la resistencia de la red, como si supiera que allí arriba de esos cascos de madera, todavía habita la historia grande de la pesca argentina.





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