¿Por qué Tiemblas Más con la Edad? Causas y Consejos para Combatir el Frío en Adultos.

El frío, una sensación universal, se experimenta de manera diferente a lo largo de la vida. Mientras que en la juventud el invierno puede ser un desafío manejable, con la edad, la sensación de frío se intensifica, incluso en ambientes cálidos. Esta experiencia común no es meramente subjetiva; es una respuesta fisiológica a los cambios que ocurren en nuestro cuerpo con el paso del tiempo. La doctora Elise Dallas, experta en medicina general, desglosa los mecanismos detrás de esta creciente sensibilidad al frío, revelando una compleja interacción de factores metabólicos, hormonales y circulatorios. Este artículo explora en detalle las razones por las que envejecer implica sentir más frío, ofreciendo una comprensión profunda de los procesos involucrados y las implicaciones para la salud.

Índice

El Metabolismo en Declive: La Fuente de Calor Interno se Apaga

El metabolismo, el conjunto de procesos químicos que permiten al cuerpo convertir los alimentos en energía, juega un papel crucial en la regulación de la temperatura corporal. A medida que envejecemos, el metabolismo tiende a ralentizarse, lo que significa que el cuerpo produce menos energía y, por consiguiente, menos calor. Esta disminución metabólica no es un proceso inevitable, pero sí una tendencia común influenciada por varios factores. La reducción de la masa muscular magra es uno de los principales contribuyentes a esta ralentización. El músculo es un tejido metabólicamente activo, lo que significa que quema más calorías que la grasa, incluso en reposo. Con la edad, se produce una pérdida gradual de masa muscular, un fenómeno conocido como sarcopenia, que disminuye la capacidad del cuerpo para generar calor.

Los cambios hormonales también desempeñan un papel importante en la disminución del metabolismo. La producción de hormonas como la tiroidea, que regulan la tasa metabólica, tiende a disminuir con la edad. Una función tiroidea reducida puede provocar una disminución en la producción de calor corporal, exacerbando la sensación de frío. Además, la eficiencia de la termogénesis, el proceso de generación de calor en el cuerpo, también disminuye con el tiempo. Estos factores combinados resultan en una menor capacidad para mantener una temperatura corporal óptima, haciendo que las personas mayores sean más susceptibles al frío.

Pérdida de Masa Muscular y Grasa Subcutánea: Un Aislamiento Deficiente

Además de la disminución del metabolismo, la composición corporal cambia con la edad, afectando la capacidad del cuerpo para retener el calor. La sarcopenia, la pérdida gradual de músculo, no solo reduce la producción de calor, sino que también disminuye el aislamiento térmico. El músculo actúa como una barrera que ayuda a conservar el calor corporal. La redistribución de la grasa corporal también contribuye a este problema. Con la edad, la grasa tiende a acumularse en el tronco, mientras que disminuye en las extremidades. Esta redistribución reduce el calor periférico, haciendo que las manos y los pies sean más propensos a enfriarse.

La grasa subcutánea, la capa de grasa que se encuentra debajo de la piel, también juega un papel importante en el aislamiento térmico. A medida que envejecemos, la cantidad de grasa subcutánea disminuye, lo que reduce la capacidad del cuerpo para retener el calor. Esta pérdida de aislamiento, combinada con la disminución de la masa muscular, hace que las personas mayores sean más vulnerables a la hipotermia y a otras complicaciones relacionadas con el frío. La combinación de estos factores crea un círculo vicioso: la pérdida de músculo y grasa reduce la capacidad del cuerpo para generar y retener el calor, lo que a su vez puede llevar a una disminución de la actividad física y a una mayor pérdida de masa muscular.

Circulación Sanguínea Disminuida: El Calor No Llega a las Extremidades

La circulación sanguínea eficiente es esencial para mantener una temperatura corporal uniforme. A medida que envejecemos, los vasos sanguíneos tienden a endurecerse y perder elasticidad, un proceso conocido como arteriosclerosis. Este endurecimiento dificulta el flujo sanguíneo, especialmente hacia las extremidades, como las manos y los pies. La vasodilatación, la capacidad de los vasos sanguíneos para ensancharse y aumentar el flujo sanguíneo, también se vuelve menos eficiente con la edad. Esta disminución en la vasodilatación limita la capacidad del cuerpo para dirigir el calor a las áreas que más lo necesitan.

Como resultado de estos cambios circulatorios, las extremidades reciben menos calor, lo que aumenta la sensación de frío. Además, la disminución del flujo sanguíneo puede provocar entumecimiento, hormigueo y dolor en las manos y los pies. La mala circulación también puede aumentar el riesgo de úlceras en las piernas y otras complicaciones relacionadas con el frío. Es importante mantener una buena circulación sanguínea a través de la actividad física regular, una dieta saludable y, en algunos casos, medicamentos recetados por un médico.

Condiciones Médicas Comunes y Medicamentos: Factores Agravantes

Varias condiciones médicas comunes en la edad adulta pueden aumentar la sensación de frío. La diabetes, por ejemplo, puede dañar los vasos sanguíneos y los nervios, lo que afecta la circulación y la sensibilidad al frío. La anemia, una deficiencia de glóbulos rojos, puede reducir el suministro de oxígeno a los tejidos, lo que también puede aumentar la sensación de frío. La enfermedad de Raynaud, una condición que afecta los vasos sanguíneos de las extremidades, puede provocar que se estrechen en respuesta al frío o al estrés, lo que reduce el flujo sanguíneo y causa entumecimiento y palidez.

Además de las condiciones médicas, ciertos medicamentos pueden afectar la regulación de la temperatura corporal. Los diuréticos, que se utilizan para tratar la presión arterial alta y la insuficiencia cardíaca, pueden provocar deshidratación, lo que reduce el volumen sanguíneo y dificulta la circulación. Los antidepresivos y los betabloqueantes, que se utilizan para tratar la depresión y la presión arterial alta, pueden afectar el control de la temperatura o reducir la circulación periférica. Es importante hablar con un médico sobre los posibles efectos secundarios de los medicamentos y cómo pueden afectar la sensibilidad al frío.

Cambios en la Piel y la Grasa Marrón: Una Barrera Menos Eficaz

La piel también experimenta cambios con la edad que pueden afectar la regulación de la temperatura. La piel se vuelve más fina y menos elástica, lo que reduce su capacidad para retener el calor. Las glándulas sudoríparas, que ayudan a regular la temperatura corporal a través de la evaporación del sudor, también funcionan con menor eficacia con la edad. Esta disminución en la función de las glándulas sudoríparas puede dificultar la capacidad del cuerpo para enfriarse en climas cálidos, pero también puede contribuir a la sensación de frío en climas fríos.

La grasa marrón, un tipo de tejido adiposo que genera calor, también disminuye con los años. La grasa marrón es más abundante en los bebés y los niños pequeños, y ayuda a mantenerlos calientes. En los adultos, la cantidad de grasa marrón disminuye, lo que reduce la capacidad del cuerpo para generar calor de forma independiente. Aunque la grasa marrón puede reactivarse con la exposición al frío, su cantidad limitada en los adultos mayores puede no ser suficiente para compensar la disminución del metabolismo y la circulación.

Estrategias para Combatir el Frío: Mantenerse Caliente y Saludable

Si bien la sensación de frío puede ser una parte inevitable del envejecimiento, existen medidas que se pueden tomar para mitigar sus efectos y mantener una temperatura corporal saludable. Vestirse en capas es una de las estrategias más efectivas. Usar varias capas de ropa permite atrapar el aire y proporcionar un mejor aislamiento térmico. Es importante elegir materiales que sean cálidos y transpirables, como la lana y el algodón. También es importante proteger las extremidades, como las manos y los pies, con guantes, calcetines y calzado adecuado.

Mantenerse activo físicamente es otra forma importante de combatir el frío. La actividad física regular ayuda a mejorar la circulación sanguínea, aumentar la masa muscular y estimular el metabolismo. Una dieta saludable y equilibrada también es esencial. Consumir alimentos ricos en proteínas, vitaminas y minerales ayuda a mantener la masa muscular y a apoyar la función tiroidea. Es importante mantenerse hidratado bebiendo suficiente agua durante todo el día. Además, es fundamental evitar la exposición prolongada al frío y buscar refugio en un lugar cálido si se siente frío.

Riesgos del Frío y la Importancia de la Prevención

La exposición prolongada al frío puede tener consecuencias graves para la salud, especialmente en las personas mayores. La hipotermia, una disminución peligrosa de la temperatura corporal, puede provocar confusión, dificultad para hablar, pérdida de coordinación y, en casos graves, la muerte. El frío también puede aumentar el riesgo de enfermedades cardiovasculares, como ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares. Además, el frío puede aumentar el riesgo de caídas, ya que el entumecimiento y la rigidez pueden afectar el equilibrio y la coordinación.

Por lo tanto, mantenerse caliente en los meses fríos no es solo una cuestión de comodidad, sino también una cuestión de salud. La prevención es clave. Tomar medidas para protegerse del frío, como vestirse en capas, mantenerse activo y evitar la exposición prolongada, puede ayudar a reducir el riesgo de complicaciones relacionadas con el frío. Es importante estar atento a las señales de advertencia de la hipotermia y buscar atención médica si se experimentan síntomas como confusión, dificultad para hablar o pérdida de coordinación.

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Fuente: https://www.huffingtonpost.es//life/salud/elise-dallas-medico-sobre-que-siente-mas-frio-medida-envejecemos-el-metabolismo-ralentiza.html

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