Sepultureros de Comodoro: Un Día en el Cementerio Oeste, Entre la Muerte y el Respeto.
El Cementerio Oeste de Comodoro Rivadavia, un espacio silencioso donde la vida y la muerte se entrelazan. Más allá de las lápidas y el verdor, existe un equipo de personas que se dedica a cuidar este lugar y a acompañar a las familias en sus momentos más difíciles: los sepultureros. Este artículo ofrece una mirada íntima a la vida de Eduardo y Nicolás, dos jóvenes que trabajan en el Cementerio Oeste, explorando su labor diaria, sus sentimientos y los desafíos emocionales que implica convivir con la muerte de forma constante. A través de sus experiencias, descubriremos un trabajo que exige templanza, respeto y una profunda empatía, revelando la humanidad que se esconde detrás de una profesión a menudo incomprendida.
El Silencio Habitado: Un Día en el Cementerio Oeste
El Cementerio Oeste es más que un campo de tumbas; es un jardín de recuerdos, un lugar de reflexión y un espacio de duelo. Cada mañana, al cruzar el portón, Eduardo y Nicolás se sumergen en un mundo donde la muerte es una presencia constante. Su jornada comienza con el mantenimiento del predio: poda de árboles, limpieza de senderos, cuidado de las flores y arreglo de las tumbas. Este trabajo, aparentemente rutinario, es fundamental para mantener la dignidad del lugar y ofrecer un entorno sereno a los visitantes. Pero su labor va mucho más allá de la jardinería. Son responsables de preparar los terrenos para los nuevos entierros, coordinar la llegada de los féretros y llevar a cabo el proceso de sepultación con el máximo respeto y profesionalismo.
La preparación de un entierro implica una serie de tareas meticulosas. Desde la excavación de la fosa hasta la colocación del féretro y la posterior cobertura con tierra, cada paso se realiza con cuidado y precisión. También se encargan de colocar las coronas de flores, la cruz y otros elementos decorativos que las familias eligen para honrar a sus seres queridos. En promedio, se realizan entre tres y cinco servicios por día, lo que significa que Eduardo y Nicolás están constantemente en contacto con la muerte y el dolor ajeno. El peso físico de la tarea es considerable; los cajones pueden pesar entre 80 y 150 kilos, requiriendo un esfuerzo considerable por parte del equipo.
Aprendices de la Eternidad: Trayectorias y Primeras Impresiones
Nicolás llegó al Cementerio Oeste siguiendo los pasos de su hermano. Aunque inicialmente dudó, la oportunidad laboral y la confianza en su familia lo impulsaron a aceptar el trabajo. Recuerda con claridad sus primeros días, cuando se dedicaba principalmente al mantenimiento del predio. Poco a poco, fue aprendiendo las diferentes tareas que implica el trabajo de sepulturero, desde la poda de árboles hasta la preparación de los entierros. El impacto emocional de ver un cadáver y los huesos fue gradual, pero inevitable. "Fuimos amortiguando un poco el impacto", explica Nicolás, "después me tocó hacer servicios, que es cuando viene la carroza fúnebre".
Eduardo, con 14 años de experiencia, ha superado ya la etapa inicial de impacto y adaptación. Su trayectoria en el Cementerio Oeste ha estado marcada por la superación de "sinsabores", experiencias difíciles que lo han fortalecido y le han enseñado a lidiar con el dolor ajeno. Su llegada al cementerio también comenzó con tareas de mantenimiento, aprendiendo gradualmente las complejidades del trabajo. La experiencia le ha permitido desarrollar una perspectiva más serena y profesional, aunque reconoce que el trabajo nunca deja de ser emocionalmente exigente.
Testigos del Dolor: El Impacto Emocional de la Profesión
El trabajo de sepulturero no se limita a la gestión logística de un entierro; implica también una profunda carga emocional. Nicolás relata cómo los servicios de entierro de niños o bebés lo afectan especialmente, especialmente ahora que es padre de una niña de dos años. "Aunque sabemos que es nuestro trabajo, hay que tratar de hacerlo lo mejor posible y mantener nuestras emociones firmes", declara con una mezcla de resignación y profesionalismo. La capacidad de mantener la compostura y ofrecer un apoyo silencioso a las familias en duelo es una habilidad fundamental para un sepulturero.
El equipo del Cementerio Oeste ha creado un espacio de apoyo mutuo donde pueden compartir sus experiencias y desahogarse. "Entre nosotros lo charlamos, muchas veces podemos desahogarnos", explica Nicolás. "También podemos decir 'este servicio no lo hago porque me va a hacer mal'". Esta solidaridad entre compañeros es esencial para afrontar el estrés emocional que implica el trabajo. La despedida de un hijo por parte de una madre, o viceversa, son momentos que dejan una huella imborrable en la memoria de los sepultureros. "Y el cementerio te lo recuerda todos los días", reflexiona Nicolás, reconociendo que el dolor ajeno se convierte en una presencia constante en sus vidas.
Desconectando del Duelo: Estrategias para el Bienestar Personal
Eduardo y Nicolás coinciden en la importancia de desconectarse del trabajo al finalizar la jornada. Para Eduardo, la clave está en establecer un límite claro entre su vida laboral y personal. Se involucra en actividades recreativas que le permiten olvidar las responsabilidades laborales, enfatizando la importancia de no llevar el trabajo a casa. "Salgo del trabajo y listo", afirma, destacando la necesidad de desconectar mentalmente. Esta estrategia le permite preservar su bienestar personal y evitar que el dolor ajeno lo consuma.
Nicolás también enfrenta esta lucha, dividiendo su tiempo entre la familia, el deporte y el estudio. Considera esencial despojarse de las experiencias laborales del día para regresar a un entorno familiar saludable. El deporte le proporciona una válvula de escape para liberar el estrés y la tensión acumulada, mientras que el estudio le permite enfocarse en otros objetivos y ampliar sus horizontes. La familia, por supuesto, juega un papel fundamental en su bienestar emocional, brindándole apoyo y cariño incondicional.
Cuando les preguntan a qué se dedican, los sepultureros suelen recibir reacciones diversas: sorpresa, risas incómodas y preguntas curiosas. No todos se animan a decirlo, debido al estigma social que a menudo se asocia con la muerte. Sin embargo, para Eduardo y Nicolás, cuidar y acompañar el último adiós es una parte integral de la vida. Consideran que su trabajo es valioso y digno, y se sienten orgullosos de brindar un servicio esencial a la comunidad.
A pesar de las reacciones negativas que a veces enfrentan, también se encuentran con personas que valoran su labor y les agradecen su dedicación. Estas muestras de reconocimiento les brindan una gran satisfacción y les confirman que están haciendo un trabajo importante. Eduardo y Nicolás han aprendido a aceptar las diferentes reacciones que provoca su profesión, y a enfocarse en el impacto positivo que tienen en la vida de las familias en duelo. Su trabajo, aunque silencioso y a menudo invisible, es fundamental para el proceso de duelo y para la construcción de la memoria.



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