DANA 2024: Revelado el Origen de los Bulos y su Impacto en la Confianza Pública
La devastadora Dana que azotó la Comunidad Valenciana en octubre de 2024 no solo dejó un rastro de destrucción física, sino también una “ola de bulos” que complicó la gestión de la emergencia y erosionó la confianza en las instituciones. Un reciente estudio de la Universitat Politècnica de València (UPV) y la Universidad Internacional de Valencia (VIU) revela la magnitud de esta desinformación, identificando patrones preocupantes en su origen, difusión y contenido. Este análisis exhaustivo desentraña cómo la manipulación informativa se convirtió en un factor agravante de la tragedia, y subraya la urgente necesidad de fortalecer la alfabetización mediática y la responsabilidad de las plataformas digitales.
El Contexto de la Dana y la Emergencia Informativa
La Dana del 29 de octubre de 2024 superó las previsiones meteorológicas, desatando lluvias torrenciales que transformaron ríos en torrentes y provocaron inundaciones generalizadas. La provincia de Valencia fue la más afectada, con municipios enteros sumidos bajo el agua y una infraestructura crítica severamente dañada. En medio del caos y la incertidumbre, la información se convirtió en un recurso vital para la población, tanto para la prevención como para la respuesta a la emergencia. Sin embargo, la rápida propagación de noticias falsas y rumores socavó la capacidad de las autoridades para comunicar información precisa y oportuna, generando confusión, miedo y desconfianza.
La emergencia informativa se caracterizó por la circulación de bulos sobre la gravedad de la situación, la supuesta negligencia de las autoridades, y la existencia de rescates imposibles o de situaciones dramáticas que nunca ocurrieron. Estos contenidos falsos se difundieron a través de redes sociales, aplicaciones de mensajería instantánea y, sorprendentemente, también desde algunos medios de comunicación. La velocidad y el alcance de la propagación de la desinformación fueron tales que superaron la capacidad de respuesta de los verificadores de hechos y de las instituciones públicas.
Análisis de la Desinformación: Origen y Difusión
El estudio de la UPV y la VIU analizó un total de 185 noticias publicadas entre el 28 de octubre y el 17 de noviembre de 2024, identificando que tres de cada cuatro bulos eran contenidos falsos creados intencionadamente para engañar. La gran mayoría de estos bulos –alrededor del 75%– se propagaron a través de redes sociales como X (anteriormente Twitter), Instagram y WhatsApp. Esta predominancia de las redes sociales como canales de difusión subraya la importancia de abordar la desinformación en estos entornos, donde la verificación de hechos es más difícil y la viralización de contenidos falsos es más rápida.
Un hallazgo particularmente preocupante del estudio es que el 28% de los bulos se originaron o difundieron desde entornos periodísticos profesionales. Esto sugiere que la desinformación no se limitó a la propagación por parte de usuarios individuales, sino que también contó con la participación de periodistas o colaboradores en programas de televisión. Esta implicación de actores mediáticos plantea serias interrogantes sobre la ética profesional y la responsabilidad de los medios de comunicación en la verificación de la información.
Bulos Destacados y Narrativas Conspirativas
Entre los bulos más destacados identificados por el estudio, figura el caso del aparcamiento del centro comercial Bonaire, en Aldaia, donde se afirmaba falsamente que cientos de cadáveres yacían en vehículos sumergidos. Esta información, que carecía de toda base real, generó pánico y angustia entre la población, y dificultó las labores de rescate y asistencia. Otro bulo recurrente culpaba al Gobierno de destruir presas “construidas por el franquismo”, con el objetivo de desviar la atención de la verdadera causa de la tragedia. Estas narrativas conspirativas, que apelan a la polarización política y a la desconfianza en las instituciones, contribuyeron a crear un clima de tensión y hostilidad.
También proliferaron acusaciones infundadas contra la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), acusándola de ocultar información sobre las lluvias y de minimizar la gravedad de la situación. Estas acusaciones, que socavan la credibilidad de los organismos científicos, dificultan la prevención de futuras catástrofes y ponen en riesgo la seguridad de la población. El estudio destaca que la mayoría de los contenidos falsos tenían una fuerte carga emocional, diseñada para generar indignación, miedo o rechazo hacia las instituciones.
El Fenómeno del "Diagonalismo" y su Impacto
Uno de los aportes más innovadores del estudio es la aplicación del concepto de “diagonalismo” para analizar la desinformación durante la Dana. El diagonalismo es una estrategia comunicativa que combina discursos de extrema derecha con mensajes tradicionalmente vinculados a la izquierda, como la crítica al poder institucional o a las élites. Esta combinación heterogénea de ideas tiene como objetivo ampliar el alcance de la desinformación y movilizar políticamente a diferentes sectores de la población.
Durante la Dana, el diagonalismo se tradujo en ataques al Gobierno, a organismos científicos y a ONG como Cáritas o Cruz Roja. Estos ataques, que carecían de fundamento, buscaban deslegitimar a las instituciones y sembrar la duda sobre su capacidad para gestionar la emergencia. Los algoritmos de las redes sociales, que priorizan los contenidos más virales, amplificaron estos mensajes, favoreciendo su rápida expansión y su impacto en la opinión pública. El estudio subraya que, en situaciones de catástrofe, el descrédito de las instituciones es aprovechado para sembrar el caos informativo y movilizar políticamente a ciertos sectores.
El Papel de los Medios de Comunicación y la Verificación de Hechos
A pesar del predominio de la desinformación, el estudio también destaca el papel de algunos medios de comunicación que contribuyeron a desmentir falsedades y a proporcionar información precisa y verificada. Asimismo, se reconoce el trabajo de plataformas de verificación como Maldita.es, Newtral o VerificaRTVE, que desempeñaron un papel crucial en la lucha contra la desinformación. Estas iniciativas, que se basan en la verificación rigurosa de los hechos y en la transparencia metodológica, son esenciales para contrarrestar la propagación de noticias falsas y para restaurar la confianza en la información.
Sin embargo, el estudio también señala que los esfuerzos del Gobierno para combatir la desinformación, a través de la activación de perfiles oficiales en redes sociales, llegaron tarde y tuvieron un alcance limitado. Esto sugiere que es necesario mejorar los mecanismos institucionales de respuesta informativa y garantizar una mayor coordinación entre las diferentes administraciones públicas. Además, es fundamental exigir mayor transparencia y responsabilidad a las plataformas digitales, para que adopten medidas más eficaces para prevenir la propagación de noticias falsas y para proteger a los usuarios de la desinformación.
La Urgencia de la Alfabetización Mediática
El estudio concluye con un mensaje claro: es urgente reforzar la alfabetización mediática de la ciudadanía. La alfabetización mediática, que implica la capacidad de acceder, analizar, evaluar y crear información de manera crítica, es esencial para que los ciudadanos puedan distinguir entre noticias verdaderas y falsas, y para que puedan tomar decisiones informadas. La educación mediática debe integrarse en los planes de estudio de todos los niveles educativos, y debe complementarse con campañas de sensibilización dirigidas a la población en general.
Además de la alfabetización mediática, es necesario promover una cultura de la verificación de hechos y fomentar el pensamiento crítico. Los ciudadanos deben ser conscientes de que la información que reciben a través de las redes sociales y de otros canales digitales no siempre es fiable, y deben aprender a contrastar las fuentes y a buscar información adicional antes de compartirla. La lucha contra la desinformación es un desafío complejo que requiere la colaboración de todos los actores sociales: medios de comunicación, instituciones públicas, plataformas digitales y ciudadanos.
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