Dolarización, Ley de Gresham e Inflación en Argentina: ¿El fin del colchón?
Argentina, un país históricamente marcado por la inestabilidad económica y la desconfianza en su moneda local, se enfrenta una vez más a un dilema monetario. La reciente autocrítica de Javier Milei sobre el fracaso de la “dolarización endógena” expone una realidad persistente: la preferencia arraigada de los argentinos por el dólar estadounidense como refugio de valor. Este artículo explora las razones detrás de esta tendencia, la ley de Gresham y su aplicación en el contexto argentino, los esfuerzos gubernamentales por “dolarizar” las reservas, y el impacto de la inflación, tanto en pesos como en dólares, en la economía del país.
El Fracaso de la Dolarización Endógena y la Ley de Gresham
La apuesta de Milei por una dolarización “endógena”, es decir, la adopción espontánea del dólar por parte de la población en transacciones cotidianas, no prosperó como se esperaba. Si bien se observó cierta dolarización en sectores como el turismo, las compras online en el exterior y el mercado inmobiliario, la generalización del uso del dólar en el comercio interno no se materializó. Esta situación remite directamente a la ley de Gresham, un principio económico formulado en el siglo XVI por Thomas Gresham, asesor de la reina Isabel I de Inglaterra.
Gresham observó que cuando dos monedas coexisten en una economía, la moneda de menor valor tiende a circular mientras que la de mayor valor se acumula. En el caso argentino, el peso, históricamente depreciado y sujeto a alta inflación, se convierte en la “moneda mala” que se utiliza para los pagos diarios, mientras que el dólar, percibido como un activo más seguro y estable, se guarda como reserva de valor. Esta dinámica explica por qué, a pesar de los esfuerzos por promover el uso del peso, la población prefiere atesorar dólares, incluso sin obtener rentabilidad por ello.
La ley de Gresham no es una teoría abstracta, sino una realidad palpable en la Argentina, donde se estima que existen más de un millón de “colchones” repletos de dólares. Esta acumulación de divisas representa una enorme cantidad de capital improductivo que podría ser utilizado para financiar inversiones y el crecimiento económico.
La Búsqueda del Dólar “Escondido” y el Rol del FMI
Los gobiernos argentinos han intentado, sin éxito, durante décadas, persuadir a los ciudadanos de que entreguen sus dólares “escondidos” a cambio de pesos o instrumentos financieros. La dificultad radica en la profunda desconfianza en el sistema financiero local y en la percepción de que el dólar es la única forma de proteger el poder adquisitivo frente a la inflación. El actual gobierno, con Luis Caputo a la cabeza, ha intensificado esta búsqueda, incluso convenciendo a Kristalina Georgieva, directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), de que inste a Argentina a liberar esos recursos.
El FMI estima que existen alrededor de 200.000 millones de dólares “bajo el colchón” que podrían impulsar significativamente la economía argentina si se inyectaran en el sistema financiero. La estabilidad cambiaria lograda tras la eliminación del cepo cambiario se presenta como un factor clave para lograr este objetivo. Sin embargo, la tarea no es sencilla, ya que requiere restaurar la confianza en el peso y ofrecer alternativas de inversión atractivas que compitan con la seguridad percibida del dólar.
La estrategia actual del gobierno se basa en el “carry trade”, es decir, la posibilidad de obtener ganancias a través de la colocación de pesos a tasas de interés elevadas. Se argumenta que quien se queda con dólares guardados está perdiendo dinero, ya que podría estar obteniendo rentabilidades significativas invirtiendo en pesos. Sin embargo, esta estrategia no parece estar convenciendo a los ahorristas, quienes siguen prefiriendo la seguridad del dólar.
El Carry Trade, los Productores Agrícolas y la Resistencia del Ahorrista
El gobierno ha intentado incentivar a los productores agrícolas a liquidar sus cosechas en pesos, ofreciéndoles la posibilidad de obtener ganancias a través del carry trade. Sin embargo, la mayoría de los productores rechazaron esta propuesta, optando por esperar mejores precios de exportación o por invertir en títulos de deuda soberana. La volatilidad del mercado y la incertidumbre económica dificultan la toma de decisiones, y muchos productores prefieren mantener sus dólares como protección contra la inflación y la devaluación.
En cuanto a los pequeños ahorristas, la situación es aún más compleja. Si bien el “efecto castigo” sobre quienes apostaron por una devaluación del peso ha generado cierta presión para vender dólares, no hay indicios de que se produzca una reversión masiva de la demanda. La percepción de que el dólar es un refugio seguro persiste, y la amenaza de una nueva depreciación del peso sigue siendo una preocupación constante.
La demanda de dólares en Argentina presenta un comportamiento peculiar: si el dólar baja de precio, se lo percibe como una oportunidad de compra ante un posible rebote futuro, y si el dólar sube de precio, también hay un estímulo a la compra por el temor a una mayor depreciación del peso. Esta dinámica crea un círculo vicioso que dificulta la estabilización del mercado cambiario.
Inflación en Pesos y en Dólares: El “Lado B” de la Estabilidad Cambiaria
A pesar de las expectativas de una desaceleración de la inflación en pesos, la preocupación por la inflación medida en dólares sigue siendo alta. La fortaleza del peso y la estabilidad cambiaria, celebradas por los funcionarios del gobierno, tienen un “lado B”: cuanto más cae la cotización del dólar, más relevante se vuelve la comparación de los precios argentinos con los del exterior, medidos en dólares. Este fenómeno, conocido como “inflación en dólares”, afecta especialmente a aquellos que tienen ingresos en pesos y consumen bienes y servicios importados o dolarizados.
El levantamiento del cepo cambiario no solo no ha resuelto el problema del retraso cambiario, sino que lo ha exacerbado. La brecha entre el tipo de cambio oficial y los tipos de cambio paralelos (contado con liquidación y blue) sigue siendo significativa, lo que genera distorsiones en los precios y dificulta la planificación económica. Las consultoras que realizan relevamientos de precios propios han detectado una inflación en dólares mucho mayor que la inflación en pesos en las últimas semanas.
Por ejemplo, si se calcula la inflación en dólares utilizando la cotización del contado con liquidación, el encarecimiento de los precios ha sido de un 17% en las últimas cuatro semanas, mientras que la inflación en pesos ha sido de un 3%. Esta diferencia evidencia el impacto de la depreciación del peso en el poder adquisitivo de los consumidores y en la competitividad de las empresas argentinas.
Artículos relacionados