El desastre del lago Peigneur: cuando un error hizo desaparecer un lago

En la madrugada del 20 de noviembre de 1980, el lago Peigneur, situado en la parroquia de Iberia, Luisiana, se convirtió en escenario de un extraordinario acontecimiento. Este pequeño lago de agua dulce, apenas profundo, se encontraba en calma bajo un cielo nublado. Sin embargo, esa tranquilidad sería efímera.

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Un error catastrófico

Texaco Oil Company, en su afán de extraer petróleo, había cometido un error fatal: perforaron una mina de sal abandonada que se encontraba bajo el lago. Como si alguien hubiera retirado el tapón de una bañera gigante, el agua del lago se precipitó hacia la mina, devorando plataformas de perforación, barcazas y la propia orilla.

Caos y evacuación

Los trabajadores, conscientes del desastre inminente, abandonaron la plataforma en el último instante, mientras el caos se apoderaba de la escena. Los pescadores en el lago apenas tuvieron tiempo de reaccionar antes de que la corriente casi los arrastrara. La Grand Anse Canal, que normalmente desaguaba el lago hacia el Golfo de México, invirtió su curso en un intento desesperado por rellenar el vacío creado.

Un nuevo sumidero

El lago Peigneur desapareció en apenas tres horas, dejando tras de sí un paisaje irreconocible, con la cascada más alta de Louisiana emergiendo temporalmente en el proceso. Testigos compararon el espectáculo con la propia furia de la naturaleza. La tierra y los árboles sucumbieron ante la poderosa atracción del nuevo sumidero, mientras los residentes huían aterrorizados.

La tragedia humana

"Fue como un terremoto", relató un testigo. "El suelo temblaba y el agua sonaba como un trueno"

A pesar de la magnitud del desastre, todos los mineros lograron escapar, gracias a una evacuación meticulosamente ejecutada en medio del pánico. Sin embargo, el impacto humano fue devastador. El lago Peigneur, y con él su industria pesquera, desapareció, y cientos de trabajadores perdieron sus empleos.

La historia de la isla Avery

La historia de la isla Avery y su explotación minera se remonta a 1919, cuando John Bayles inició la extracción de azufre bajo esta estructura geológica singular. Con el paso de los años, el subsuelo de la isla reveló también su riqueza en sal, y durante la década de 1930, las operaciones se expandieron para incluir este mineral.

El oasis de Bayles

En 1956, la New Jersey Zinc Company adquirió las operaciones mineras, marcando una nueva era de prosperidad y desarrollo. Pero los intereses de Jack Bayles Jr., el entonces propietario, iban más allá de la minería. Apasionado por la horticultura, transformó la propiedad en los Jardines Live Oak, un oasis de belleza tropical que más tarde se convertiría en un santuario para la naturaleza bajo la Live Oak Foundation.

La demanda y el juicio

La acusación mutua entre Texaco y Diamond Salt sobre la responsabilidad del accidente prolongó la incertidumbre. Texaco, adjudicataria del State Lease 124, insistió en que la información sobre las operaciones mineras no les había sido proporcionada adecuadamente. Diamond Salt, por su parte, argumentó que Texaco y su subcontratista, Wilson Brothers Corporation, habían cometido un error crítico en la triangulación de su perforación.

Veredicto y compensaciones

El veredicto final, sin embargo, señaló a Texaco como principal responsable, ordenando el pago de USD 45 millones a Diamond Salt. La Live Oak Foundation recibió USD 12 millones en compensaciones por la pérdida de más de 26,3 hectáreas de terrenos junto al lago, áreas que alguna vez florecieron bajo el cuidado de Bayles.

El nuevo ecosistema

A medida que las aguas del lago se asentaban, un nuevo ecosistema comenzó a formarse. Lo que había sido un cuerpo de agua dulce y poco profundo, se transformó en un lago salado poco profundo, lleno de vida marina diferente. Nuevas especies de peces y organismos comenzaron a habitar las aguas, creando un equilibrio distinto, aunque irreconocible.

Un descubrimiento científico

Décadas después del desastre, un descubrimiento científico reveló otro capítulo asombroso de la historia del lago Peigneur. En 2019, el Dr. Russell Vreeland y el Dr. David Smith, expertos en microbiología, aislaron un microorganismo halófilo de los cristales de sal del lago salado. Este microorganismo, perteneciente al grupo de las Halobacteriales, parecía haber estado en un estado de vida latente, preservado en los cristales de sal.

Vida latente

"Descubrimos células viables de estos microorganismos en los cristales de sal", explicó Vreeland. "Esto sugiere que habían estado en un estado de animación suspendida durante décadas, esperando el momento de resurgir"

El hallazgo sugirió que el accidente de 1980 había despertado esta antigua vida microscópica, ofreciendo una ventana al pasado remoto de la Tierra. Para Vreeland, el descubrimiento de esta bacteria representó un "tesoro científico" y una "ventana al pasado". En un entorno aparentemente inhóspito, estas formas de vida habían perdurado, esperando el momento de resurgir.

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