El Regreso del Héroe: Repatriación de San Martín y su Legado Patrio
El 17 de agosto de 2025 se conmemora el 175 aniversario del fallecimiento de José de San Martín en Boulogne-sur-Mer, Francia. Más allá de la fecha, la historia de la repatriación de sus restos a la Argentina es un relato épico de patriotismo, perseverancia y un profundo sentido de identidad nacional. Este artículo explora el intrincado periplo que llevó el cuerpo del Libertador desde su lecho de muerte en Francia hasta su descanso definitivo en la Catedral Metropolitana de Buenos Aires, a bordo del vapor “Villarino”, un viaje que se convirtió en un símbolo de unidad y memoria para el pueblo argentino.
Los Últimos Años y el Deseo Póstumo de San Martín
José de San Martín falleció el 17 de agosto de 1850 en Boulogne-sur-Mer, Francia, a los 72 años, lejos de la tierra que había liberado. Sus últimos años estuvieron marcados por el exilio autoimpuesto, una decisión motivada por las intrigas políticas y las guerras civiles que asolaban las provincias argentinas. A pesar de la distancia, San Martín nunca olvidó su Patria y, en su testamento, expresó un ferviente deseo: que su corazón fuera depositado en Buenos Aires. Este anhelo, aparentemente sencillo, se convertiría en un complejo proceso que tomaría décadas en concretarse.
Tras su muerte, el cuerpo de San Martín fue velado con honores y sepultado inicialmente en la catedral de Nuestra Señora de Boulogne, donde permaneció durante once años. Esta sepultura fue considerada provisoria, a la espera de que las condiciones políticas y económicas permitieran cumplir con su última voluntad. En 1861, a pedido de su hija, Doña Mercedes, el féretro fue trasladado a la bóveda de la familia de su esposo, el médico argentino Mariano Severo Balcarce, en el cementerio de Brunoy, en las afueras de París. Este traslado marcó una nueva etapa en la espera por el regreso definitivo del Libertador.
El Impulso Nacional y la Ley de Repatriación
A pesar del deseo expreso de San Martín, la repatriación de sus restos no fue una prioridad inmediata para el gobierno argentino. Sin embargo, a medida que avanzaba el tiempo, la idea de traer de vuelta el cuerpo del Libertador cobró fuerza en la opinión pública. En agosto de 1864, el Congreso de la Nación sancionó una ley que autorizaba al Poder Ejecutivo a realizar los gastos necesarios para la traslación de los restos de San Martín a la Argentina. Esta ley representó un primer paso crucial en el camino hacia el cumplimiento de su voluntad póstuma.
No obstante, la ley de 1864 no fue suficiente para desencadenar la repatriación de inmediato. La situación económica y política del país, sumada a la falta de un plan concreto, retrasaron la ejecución de la medida. Fue el presidente Nicolás Avellaneda quien, en 1877, retomó con renovado vigor el proyecto de repatriación. En el aniversario de la Batalla de Maipú, Avellaneda instó al pueblo argentino a traer de vuelta las cenizas del Libertador, argumentando que su presencia en la Patria era fundamental para fortalecer la identidad nacional y el espíritu cívico.
La Colecta Popular y la Construcción del Mausoleo
El llamado de Avellaneda despertó un fervor patriótico en todo el país. El pueblo argentino respondió con entusiasmo a la iniciativa, organizando colectas populares y aportando fondos nacionales para financiar la construcción de un mausoleo digno para recibir los restos de San Martín. La idea era erigir un monumento imponente en la Catedral Metropolitana de Buenos Aires, un lugar central y simbólico para la nación. La construcción del mausoleo fue encargada al escultor francés Auguste Carrier Belleuse, reconocido por su talento y experiencia en la creación de monumentos conmemorativos.
El 25 de febrero de 1878, centenario del nacimiento de San Martín, se realizó un tedeum en la Catedral porteña que culminó con la colocación de la piedra fundamental del sepulcro. Este acto solemne marcó el inicio de los trabajos de construcción y simbolizó el compromiso del pueblo argentino con el regreso definitivo del Libertador. La construcción del mausoleo fue un proyecto ambicioso que requirió la colaboración de numerosos artistas, artesanos y trabajadores, todos unidos por un mismo objetivo: honrar la memoria de San Martín.
La Exhumación, el Viaje a París y el Embarque en El Havre
Finalmente, el 21 de abril de 1880, se procedió a la exhumación de los restos de San Martín en Brunoy. El ataúd fue transportado a París, a 35 kilómetros de distancia, en medio de una multitud que se congregó para despedir al Libertador. En la capital francesa, se dispuso un tren expreso especialmente para transportar el féretro junto a la comitiva e invitados a la ceremonia de embarque en El Havre. La comitiva incluía al yerno de San Martín, el ministro Mariano Balcarce, quien había sido designado representante oficial del gobierno argentino para supervisar los preparativos del viaje.
Al llegar a la estación de El Havre, la comitiva fue recibida por la plana mayor del “Villarino”, el flamante buque de guerra de la Armada Argentina que había sido destinado a la repatriación de los restos de San Martín. El “Villarino” había zarpado de Buenos Aires a principios de abril y había estado esperando en el puerto de El Havre desde entonces, listo para recibir el féretro y emprender el viaje de regreso a la Argentina. La llegada del tren con los restos de San Martín fue un momento de gran emoción y solemnidad, marcado por la presencia de autoridades locales y una multitud de ciudadanos franceses y argentinos.
El “Villarino” y el Regreso Triunfal a Buenos Aires
A las 9 de la mañana del 21 de abril de 1880, el féretro de San Martín fue trasladado desde la estación de El Havre al “Villarino”. La ceremonia de embarque se realizó con todos los honores militares correspondientes, incluyendo una guardia de honor, salvas de cañón y la interpretación del Himno Nacional Argentino. Una vez a bordo, el ataúd fue colocado en un lugar privilegiado, custodiado por oficiales de la Armada Argentina. El “Villarino” zarpó de El Havre ese mismo día, iniciando el largo viaje de regreso a Buenos Aires.
El viaje del “Villarino” duró varias semanas y estuvo marcado por ceremonias y homenajes en diferentes puertos a lo largo del camino. En cada escala, la tripulación del buque y la comitiva argentina recibían muestras de afecto y respeto por parte de las autoridades locales y la comunidad argentina residente en el extranjero. El 28 de mayo de 1880, el “Villarino” llegó a Buenos Aires, donde fue recibido por una multitud entusiasta que se había congregado en los muelles del puerto. La llegada del buque marcó el fin de un largo y emotivo periplo y el inicio de una nueva etapa en la historia de la Argentina.
La multitud que recibió al “Villarino” en Buenos Aires era una muestra palpable del fervor patriótico que había despertado la repatriación de los restos de San Martín. El pueblo argentino, emocionado y agradecido, aclamó al Libertador y celebró su regreso definitivo a la Patria. El féretro fue trasladado en procesión solemne desde el puerto hasta la Catedral Metropolitana, donde fue depositado en el mausoleo construido especialmente para él. La llegada de San Martín a Buenos Aires fue un evento histórico que marcó un hito en la construcción de la identidad nacional argentina.
Fuente: https://elrompehielos.com.ar/el-ultimo-viaje-de-san-martin
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