El secreto de los inuit para una dieta saludable
Los inuit, un pueblo indígena del Ártico, han habitado tradicionalmente en áreas árticas y subárticas de Alaska, Canadá y Groenlandia. Estas poblaciones, que suman alrededor de 100,000 personas en la actualidad, han desarrollado una vida resiliente en un entorno de frío extremo y blancura inmaculada.
La resistencia al frío de los inuit tiene una base genética, como se descubrió en un estudio realizado en 2016. Los investigadores encontraron en el genoma de los inuit una variante del gen TBX15, similar a la del hombre de Denisova, que favorece la producción de calor por la oxidación de un tipo de grasa. Esta adaptación genética les ha permitido sobrevivir en el frío ártico.
A pesar de que su dieta no incluye las cinco raciones diarias de frutas y verduras recomendadas, los inuit consumen una elevada cantidad de grasas (hasta el 75% de las calorías) y han reducido al 2% el aporte calórico de los hidratos de carbono. A pesar de esto, están libres de la mayoría de los problemas de salud que afectan a la población mundial.
La dieta tradicional de los inuit tiene características que les protegen de las enfermedades cardiovasculares. Practican el ayuno obligatorio durante las épocas de escasez, su alimentación es libre de lectinas vegetales y tienen un elevado porcentaje de ácidos grasos omega-3 de calidad, conocidos por sus propiedades antiinflamatorias.
Los alimentos que forman parte de su alimentación incluyen pescados como la trucha, el salmón y el bacalao, que son ricos en proteínas y ácidos grasos omega-3. También consumen focas y ballenas, que les aportan proteínas y grasas. Además, cazan caribúes y renos, y consumen frutas y vegetales silvestres como bayas, raíces y vegetales que viven en su entorno.
La dieta de los inuit se basa principalmente en la carne, llegando a consumir hasta 4 kg por persona al día. Gran parte de esta carne es cruda y con ella ingieren el glucógeno contenido en músculos e hígados. También consumen las vísceras animales, considerando un manjar el estómago de morsa y los intestinos del caribú, que contienen líquenes fermentados y musgo.
A pesar de que tradicionalmente no consumían frutas ni hortalizas, los inuit no conocían el escorbuto, probablemente debido a que consumían animales recién cazados y priorizaban las vísceras, incluso consumiéndolas crudas. Evitaban así que los niveles de vitamina C del alimento se oxidaran por el paso del tiempo o la aplicación del calor.
Estudios realizados en el siglo XIX y principios del XX revelaron que los inuit tenían una alta esperanza de vida y una baja incidencia de cáncer. Sin embargo, en las regiones donde adoptaron una forma de vida similar al hombre moderno, la incidencia de cáncer se disparó. Esto sugiere que su dieta tradicional y su estilo de vida cazador-recolector pueden tener un impacto positivo en su salud.
Aunque los inuit también enfrentan desafíos genéticos, como un mayor riesgo de trastornos cardiovasculares debido a la homogeneidad de su genoma, su estilo de vida y su dieta tradicional siguen siendo una fuente de inspiración para la salud y el bienestar.
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