Fátima Cabrera: "La beatificación de Carlos Mugica es inminente"
En el corazón de la Villa 31, Fátima Cabrera, una testigo de la vida y el martirio del querido sacerdote Carlos Mugica, comparte sus recuerdos.
La llegada del Padre Mugica
En 1966, la familia de Fátima se trasladó a la Villa 31, donde conoció al Padre Mugica. En medio de las luchas obreras y las precarias condiciones de vida, su presencia trajo esperanza y apoyo a la comunidad. Fátima recuerda las comidas compartidas en casa de su abuela, donde Mugica era un invitado habitual, y su participación en las primeras misas antes de la construcción de la capilla Cristo Obrero.
Comunidad y compromiso
A los 13 años, Fátima se acercó a la capilla y se convirtió en una catequista, trabajando junto a Mugica. Su activismo comunitario se extendía más allá de la catequesis, involucrando las comisiones vecinales. José Valenzuela, un destacado líder tucumano, desempeñó un papel crucial en la organización del barrio. Fátima, nacida el 13 de mayo, evoca los lazos de solidaridad que unían a la comunidad, desde las ollas comunes hasta las colectas para los necesitados.
El legado de Mugica
El martirio de Mugica, asesinado por la Triple A el 11 de mayo de 1974, dejó una herida profunda en la comunidad de la Villa 31. Para Fátima, su muerte fue un golpe devastador, una "orfandad" que la marcó profundamente. Sin embargo, cree que el legado de Mugica está dando sus frutos, a pesar de los intentos pasados de tergiversar su figura. Reconoce su identidad peronista y su compromiso con los pobres, valores que siguen inspirando a las generaciones actuales.
"Hoy creo que el legado de Carlos está dando sus frutos, tardó porque su figura fue muchas veces tergiversada. Si bien se lo reconoce como un mártir por su entrega hacia los más pobres, siempre se lo quiso desvincular de lo política. Sin embargo, él siempre se declaró peronista." - Fátima Cabrera
Fátima Cabrera
Un barrio transformado
Fátima rememora los desafiantes años de la década de 1970, marcados por los accidentes laborales, las redadas policiales y la pobreza. Pero también destaca la resiliencia de la comunidad, su solidaridad y su lucha por la justicia. La Villa 31 ha cambiado mucho desde entonces, pero el espíritu de Mugica permanece vivo, inspirando a los residentes a trabajar por un futuro mejor.
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