Maxi Lanezán: del fútbol a la música, una historia de pasión y transformación
El versátil Maxi Lanezán: De delantero a músico, una historia de pasión y reinvención
El fútbol: su primer amor
El fútbol fue siempre mi cable a tierra, fue el lugar donde me sentía feliz haciendo lo que amaba.
Maxi Lanezán
Con la pelota en los pies desde los 4 años, Maxi Lanezán dejó su huella en el campo de juego. En su amado Jorge Newbery de Comodoro, donde el club era su patio de juegos, se formó como delantero y cosechó amistades que lo acompañan hasta hoy.
Su talento lo llevó a Independiente de Avellaneda, su otro gran amor futbolístico. En Buenos Aires, creció como persona y jugador, pero también abrió los ojos a las realidades más allá del deporte.
Aunque el fútbol lo vio brillar en el campo, también lo llevó a otros clubes como Saavedra, donde fue campeón, goleador y ascendió. Siempre agradecido al deporte que le dio tanto, Lanezán reconoce que su amor por el "Lobo" es algo especial, un sentimiento familiar que lo une a su gente.
La música: su otra pasión
En la vida de Maxi, la música siempre estuvo presente gracias a su padre, guitarrista de corazón. De tanto escuchar diferentes estilos, encontró su camino en el bajo, un instrumento que llegó a sus manos casi por casualidad.
Sin un maestro formal, pero con la ayuda de amigos músicos como Brian Torres, dio sus primeros pasos en la música. La falta de un docente no lo detuvo, pues encontró apoyo en músicos como "Palito" Gioia, quien le orientó en los secretos del bajo.
Su trayectoria musical es tan rica como su historia futbolística. De Ombú, un tributo a Los Redondos, pasó a Lagarstones con Leo Moras y terminó en La Parra, un proyecto que comparte con sus compañeros de Lagartos más Darío Acosta. También dejó su huella en Gardeliando, un homenaje a Gardelitos, y Don Bardo.
Un equilibrio entre fútbol y música
Aunque el fútbol fue su primer amor, Maxi supo combinar ambas pasiones en su vida. En los entretiempos de los partidos, encontraba refugio en la música, compartiendo momentos con otros músicos en los vestuarios.
Su versatilidad le permitió encontrar un equilibrio entre el deporte y el arte. El fútbol le dio la disciplina y el trabajo en equipo, mientras que la música le aportó la sensibilidad y la expresión creativa.
Hoy, alejado de los botines y los entrenamientos, Maxi sigue disfrutando del fútbol como aficionado. Sin embargo, su corazón late con fuerza sobre el escenario, donde fusiona su amor por la música y el ritmo con la pasión que siempre sintió por el deporte.
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