Memorias de Adriano: Un Emperador en el Plato de Televisión – Crítica y Reflexiones
El estreno de “Memorias de Adriano” en el Festival de Mérida ha generado una expectación considerable, no solo por su base literaria en la obra maestra de Margarite Yourcenar, sino también por la adaptación dramática de Brenda Escobedo y la dirección de Beatriz Jaén. La obra, protagonizada por Lluís Homar, se presenta como una exploración de la vida del emperador Adriano, un personaje complejo y fascinante, a través de su propio relato al borde de la muerte. Sin embargo, la puesta en escena, con su estética televisiva y su uso de un coro funcional, plantea interrogantes sobre la necesidad de adornos en una historia que, en esencia, es un monólogo íntimo y poderoso. Este artículo analiza en profundidad los aciertos y las posibles debilidades de esta adaptación, centrándose en la interpretación de Homar, la dirección de Jaén y la efectividad de los recursos escénicos empleados.
- La Adaptación de un Clásico: Desafíos y Oportunidades
- Lluís Homar: Un Adriano en Busca de su Voz
- La Puesta en Escena: Entre el Quirófano y el Plató de Televisión
- El Coro: Un Elemento Distractor o una Metáfora Pertinente
- Antínoo: Un Amor Incompleto y una Coreografía Innecesaria
- El Ritmo y la Pausa: Un Discurso en Busca de su Fluidez
La Adaptación de un Clásico: Desafíos y Oportunidades
Adaptar una novela tan aclamada como “Memorias de Adriano” es una tarea ardua. Yourcenar construyó un texto rico en matices, profundidad psicológica y belleza poética. Brenda Escobedo se enfrenta al reto de traducir esa complejidad al lenguaje del teatro, un medio inherentemente diferente. La elección de presentar la obra como una especie de entrevista televisiva, con Adriano exponiendo su vida ante una audiencia invisible, es una decisión interesante que busca modernizar la narrativa y hacerla más accesible. Sin embargo, esta aproximación también corre el riesgo de diluir la intimidad y la introspección que caracterizan la novela original. La clave reside en encontrar un equilibrio entre la fidelidad al espíritu de la obra y la innovación escénica.
La novela de Yourcenar se distingue por su estilo epistolar, donde Adriano escribe una larga carta a su sucesor, Marco Aurelio, reflexionando sobre su vida, sus logros y sus fracasos. Esta estructura permite una exploración profunda de la psique del emperador, revelando sus contradicciones, sus pasiones y sus miedos. La adaptación teatral debe encontrar una forma de replicar esa profundidad sin recurrir a la voz en off o a la narración directa. La elección de un monólogo, donde Adriano se dirige directamente al público, es una solución viable, pero exige un actor capaz de transmitir la complejidad del personaje a través de su interpretación.
Lluís Homar: Un Adriano en Busca de su Voz
Lluís Homar es un actor de gran talento y versatilidad, conocido por su capacidad para encarnar personajes complejos y matizados. En “Memorias de Adriano”, se enfrenta al desafío de dar vida a un emperador romano, un hombre de poder, cultura y sensibilidad. Su interpretación es, en general, sólida y convincente, pero adolece de cierta rigidez y falta de fluidez. El monólogo, excesivamente gestual y pausado, a veces resulta artificioso y aleja al espectador de la emoción del personaje. La sensación es que Homar aún no se ha apoderado completamente del texto, que no ha logrado interiorizarlo de manera que fluya de forma natural.
Los momentos más brillantes de su interpretación se producen cuando el espacio escénico se vacía y Homar se queda solo en el escenario, sin la distracción del coro y de los recursos visuales. En esos instantes, su actuación se vuelve más íntima, más vulnerable y más conmovedora. La escena en la que Adriano se enamora de Antínoo es particularmente impactante, aunque la incomodidad del actor al representar la relación física con el joven pastor resta intensidad al momento. Homar es un actor capaz de transmitir emociones sutiles y complejas, pero en esta ocasión, parece estar contenido por la puesta en escena y por la dirección.
La Puesta en Escena: Entre el Quirófano y el Plató de Televisión
La decisión de situar la acción en un plató de televisión, con Adriano rodeado de cámaras, micrófonos y personal técnico, es una elección arriesgada que busca desestabilizar las expectativas del espectador y ofrecer una nueva perspectiva sobre la historia. La idea de presentar la vida del emperador como una especie de entrevista televisiva es interesante, pero su ejecución resulta problemática. El coro, compuesto por actores que interpretan a asesores, camarógrafos y otros profesionales del medio, termina por distraer y ensuciar la propuesta. Su presencia constante y sus movimientos coordinados restan protagonismo a Homar y diluyen la intensidad del monólogo.
La estética del plató de televisión, con su iluminación fría y su ambiente aséptico, contrasta con la riqueza y la sensualidad de la vida de Adriano. La música de Tagore González es uno de los pocos elementos que logran elevar el nivel del espectáculo, creando una atmósfera evocadora y sugerente. Sin embargo, incluso la música no es suficiente para compensar las deficiencias de la puesta en escena. La sensación general es que la dirección ha recurrido a demasiados recursos visuales y sonoros para evitar que el espectáculo resulte demasiado desnudo y ríspido. Pero, en este caso, la desnudez y la aridez podrían haber sido precisamente lo que necesitaba la obra para alcanzar su máximo potencial.
El Coro: Un Elemento Distractor o una Metáfora Pertinente
El uso de un coro en “Memorias de Adriano” es una de las decisiones más controvertidas de la puesta en escena. Los actores que interpretan a los profesionales del plató de televisión se mueven constantemente alrededor de Adriano, manipulando objetos, ajustando luces y ofreciéndole indicaciones. Su función es, supuestamente, representar la presión y el escrutinio público al que se sometía el emperador. Sin embargo, su presencia resulta más molesta que esclarecedora. Sus movimientos coordinados y sus acciones repetitivas terminan por distraer la atención del espectador y diluir la intensidad del monólogo.
La idea de utilizar el coro como una metáfora de la manipulación mediática y del control social es interesante, pero su ejecución es torpe y poco sutil. La sensación es que la dirección ha querido añadir un elemento conceptual a la puesta en escena sin tener en cuenta su impacto en la experiencia del espectador. Un coro más discreto, que se limitara a crear una atmósfera evocadora y a subrayar los momentos clave del monólogo, podría haber sido más efectivo. En lugar de eso, el coro se convierte en un elemento distractor que resta valor a la interpretación de Homar y a la fuerza de la historia.
Antínoo: Un Amor Incompleto y una Coreografía Innecesaria
La relación entre Adriano y Antínoo es uno de los momentos más importantes de la novela de Yourcenar. El amor del emperador por el joven pastor es un amor apasionado, obsesivo y trágico. En la adaptación teatral, esta relación se representa a través de la figura de Alvar Nahuel, que interpreta a Antínoo. La actuación de Nahuel es correcta, pero carece de la intensidad y la sensualidad que requiere el personaje. La incomodidad de Homar al representar la relación física con Antínoo resta credibilidad al momento y diluye la fuerza del amor entre ambos.
La larga coreografía que se incluye en la escena del amor resulta innecesaria y pretenciosa. La danza no aporta nada a la historia y, de hecho, la interrumpe y la desvía de su curso natural. La relación entre Adriano y Antínoo es un amor prohibido, un amor que se gesta en la intimidad y en el silencio. Una coreografía elaborada y espectacular contradice la naturaleza de este amor y lo convierte en un espectáculo vacío y superficial. La escena sería mucho más impactante si se limitara a un intercambio de miradas, a un roce de manos, a un susurro al oído.
El Ritmo y la Pausa: Un Discurso en Busca de su Fluidez
El monólogo de Adriano es un discurso largo y complejo, lleno de reflexiones filosóficas, recuerdos personales y confesiones íntimas. La interpretación de Lluís Homar se caracteriza por un ritmo pausado y una gestualidad excesiva, que a veces resultan artificiales y alejan al espectador de la emoción del personaje. Los silencios y las paradas en el discurso, aunque intencionados, a veces resultan difíciles de justificar o entender. La sensación es que Homar aún no se ha apoderado completamente del texto, que no ha logrado interiorizarlo de manera que fluya de forma natural.
Un discurso más fluido y natural permitiría a Homar conectar mejor con el público y transmitir la complejidad del personaje de forma más efectiva. La gestualidad excesiva y las pausas innecesarias distraen la atención del espectador y dificultan la comprensión del mensaje. La clave reside en encontrar un equilibrio entre la expresividad y la naturalidad, entre la emoción y la contención. Homar es un actor capaz de transmitir emociones sutiles y complejas, pero en esta ocasión, parece estar contenido por la puesta en escena y por la dirección.
Fuente: https://www.huffingtonpost.es//opinion/memorias-adriano.html
Artículos relacionados