Oppenheimer - 95%: Un filme histórico que desafía los riesgos y cautiva con su actuación estelar
Tomar un personaje histórico como materia prima para un filme conlleva tres riesgos: a) no evadir con estilo el juicio histórico y subordinar el oficio del cineasta al dictamen; b) que el tópico del documento y el testimonio tome por asalto la estructura y su textura, privilegiando la información por encima de la narrativa; c) caer en el ejercicio panfletario de la heroicidad política, que rezuma cursilería y ditirambo acrítico. Christopher Nolan, en tanto autor altamente retórico, sale victorioso del primer riesgo en Oppenheimer - 95%. Pero, al igual que su personaje, es víctima de sus vicios y fracasa en sortear los otros dos conflictos creativos. Posiblemente porque sus creencias ideológicas se filtran y dejan una sensación de vacío involuntario.
Comencemos por lo destacado de la película: por qué ver Oppenheimer es indispensable para el cinéfilo y para el que busca entretenimiento. A diferencia de sus otras películas, lo técnicamente más importante es la actuación. No es que antes Nolan no la tomara en cuenta o fuera secundaria. Pero no era eje toral de su obra. En Oppenheimer - 95% transforma el universo que construye a partir de la faena de los actores.
Cillian Murphy (Robert Oppenheimer) acapara la cámara y jamás disminuye la fuerza de su performance. El manejo de su rostro, persuasivo y controlado, convence a la cámara. Trasmite la fuerza palpitante de las ideas como lo que son: una reacción racional de nuestras pasiones. Los primeros planos dan fe del modo en que se tornar la máscara más convincente que la ficción ha dado del físico. Es un Fausto y un Macbeth moderno.
Tres momentos destacados del Oppenheimer de Murphy: 1.- su locura e inseguridad juvenil en los primeros minutos de la película; 2.- la seducción a mujeres (amantes, esposa) y audiencias (alumnos, empleados y prensa); 3.- sus brevísimos diálogos con Albert Einstein (Tom Conti). En estas tres facetas deja un regusto de cinismo y sociopatía. Lo vemos fascinado por la gloria antes que a la trascendencia de su carrera. A costa, incluso, del amor.
Otro aspecto no explorado por la carrera de Nolan más allá de Memento - 92% es el erotismo. Vemos a Oppenheimer con Jean Tatlock (Florence Pugh) y estalla la pantalla. El personaje que interpreta Pugh aporta su considerable dosis de realidad terrenal. Hay amor, tensión, egoísmo y ardor lúbrico. Una relación perdurable, arruinada por las ambiciones del físico. (Oh, Julien Sorel, ¿cuándo dejará de perseguir tu hado a los anti-héroes?)
El director trae al ruedo la traición de la intimidad lasciva como un episodio trágico de alc
Fuente: https://tinyurl.com/3wdhhd6j
REFLEXIÓN: Oppenheimer - 95% es una película que aborda los riesgos de tomar a un personaje histórico como materia prima para un filme. Christopher Nolan logra evadir el juicio histórico y subordinar su oficio al dictamen, pero fracasa en privilegiar la narrativa sobre la información y evitar el ejercicio panfletario de la heroicidad política. La actuación de Cillian Murphy como Robert Oppenheimer es destacable, transmitiendo la fuerza de sus ideas y mostrando su fascinación por la gloria. El erotismo y la traición de la intimidad también son explorados en la película. Emily Blunt interpreta a Kitty Oppenheimer, una filósofa práctica que reflexiona sobre las consecuencias políticas. El reparto en general aporta nuevos significados al personaje de Oppenheimer. La película es una metáfora de la fisión nuclear, donde la presión del poder gubernamental destruye lo que vale la pena en la ciencia y en la sociedad del conocimiento. La estructura de la historia se reduce a dos bombas, representadas por las audiencias públicas y privadas de Oppenheimer. La cronología se divide en tres actos, destacando el ascenso y caída de Oppenheimer en su carrera científica y política. La retórica visual de Nolan es fina y destacable. Oppenheimer - 95% es una película indispensable para los cinéfilos y aquellos que buscan entretenimiento.
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